Nunca antes había hecho terapia de ningún tipo ni conocía nada acerca de la técnica de Constelaciones Familiares.
Llegó a la consulta traída por la insistencia y recomendación de su amiga íntima, mi paciente y también alumna.
Así que allí estaban las dos.
La paciente nueva, dispuesta a buscar soluciones a través de esta experiencia y su amiga, que esta vez, haría de acompañante observadora.
En mitad de la constelación, la amiga, acompañate observadora, rompe a llorar desconsoladamente.
La paciente se sorprende y yo, sigo concentrada en el trabajo que estoy realizando con mi paciente.
La amiga poco a poco, sola va calmándose y encontrando mejor.
Qué es lo que pasó?
Cómo es posible que, desde el lugar de simple observadora y escucha, pueda la constelación, resonar y afectarle tanto?
Y porqué, desde mi posición de terapeuta, viendo cómo se emocionaba, no decidí hacer un alto en el desarrollo del trabajo y dedicarle un poco de atención a esta persona que lloraba?
Cuando tienes oportunidad de participar en cientos de constelaciones, compruebas que es imposible no sentirte movilizada por lo que sucede en este tipo de terapia.Y no me refiero al hecho de constelar un problema particular o salir elegido como representante, sino al rol de observador.
A través de esta terapia, estando sentados, simplemente viendo y escuchando lo que le pasa a una persona en su vida y cómo busca soluciones, también podemos llegar a encontrar solución a nuestros problemas.
Desde ese lugar de simple expectador, nos sorprendemos, emocionamos, comprendemos e identificamos y es a partir de estos sentimientos que podemos lograr nuestros cambios.
Alguien quiere constelar su problema de pareja. Una y otra vez en su vida, entra en relaciones de pareja que no llegan a buen fin. Por alguna razón, la relación culmina al poco tiempo y la persona de este ejemplo, desea de una vez por todas, establecer una relación duradera, estable y sólida.
Es posible que al participar en esta constelación, los representantes de las parejas tengan miedos, se sientan agredidos o rechacen ser amados.
Y quién no ha tenido alguna vez estos sentimientos?
Mi opinión personal es que en este tipo de trabajo terapéutico, ya sea participando desde dentro o desde fuera, podemos llegar a sanar nuestro propio sistema familiar, porque la historia del otro, siempre en algún punto, tiene que ver con mi propia historia, mis patrones de relación y conducta y mis implicaciones con el destino de mi familia. SIEMPRE, EN ALGÚN PUNTO, RESUENA.
En Constelaciones Familiares, "La Ley de la Resonancia", hace que los campos intercambien su energía. Este intercambio, afecta y moviliza.
Por último, respondo a por qué no interrumpí el trabajo que estaba realizando con mi nueva paciente para ocuparme del inesperado llanto de su amiga.
En primer lugar, consideré que dedicarme a la otra persona era darle una relativa importancia que en este caso, no debía tener.
La paciente venía para trabajar su problema y ésto era lo que primaba.
En segundo lugar, en este tipo de terapia, debemos confiar en la fortaleza interior de las personas que participan.
Cuando pensamos que aquello que está sucediendo en la constelación puede ser muy duro, estamos desvalorizando la capacidad de fortaleza.
Esta desvalorización empequeñece.
No confiamos en que la persona que está sufriendo pueda aceptar su destino o llevar "su carga". No confiamos en que el trabajo pueda ser sanador.
Y si el otro se hace pequeño, yo me hago grande.
Nos convertimos en "rescatadores", en vez de "facilitadores", una posición que está por encima del otro y que en vez de ayudar, limita.
Por lo tanto, por más duro que pueda presentarse el desarrollo de una constelación, este dolor debe ser dejado en manos del paciente, para que se asiente en su alma y le guarde un lugar de silencio, meditación y respeto.
El objetivo es, como dice Bert Hellinger RECONOCER LO QUE ES. Ver
aquello que llevamos como problema, a veces durante años e inclusive desde antes de nacer. Entender cómo justificamos ese problema y cuáles son las teorías que nos armamos sobre su raíz.
Sanar es reconocer lo que antes rechazamos, dar lugar a nuevas posibilidades y crecer.