Una especialidad que a mí me gusta desarrollar en clase del CURSO DE CONSTELACIONES FAMILIARES son las AUTOCONSTELACIONES, modalidad de trabajo poco conocida y que casi ningún constelador toca.
Las AUTOCONSTELACIONES, al igual que el AUTOANÁLISIS requieren de un conocimiento previo de la técnica y una personalidad determinada: sinceridad con un uno mismo, madurez, capacidad de autocrítica.
En las AUTOCONSTELACIONES aparece abiertamente ante los ojos, aquello que no está bien, que no funciona, que pide un cambio en la vida de la persona.
Y, no todos pueden están preparados para ver aquello que duele de una manera directa. No todos pueden asumir lo que está mal en sus vidas.
En esta ocasión, el ejercicio de AUTOCONSTELACIÓN, tenía el objetivo de mostrar a los alumnos cómo se aplican.
El alumno piensa en un problema de la semana o los días anteriores, algo sencillo y trivial y al igual que en una Constelación grupal o individual, coloca en la mesa a los representantes que él cree necesita, utilizando su propio material: muñecos, playmóbil, etc.
El tema planteado fue: "Mi hijo no lava bien la ropa. Deja todo tirado y no hay manera de que entienda que la ropa se mete en la lavadora del revés".
El grupo de alumnos sonrió ante tal queja, pero la madre insistía que para ella esto era un verdadero problema, que ya estaba cansada de decírselo y que no sabía qué hacer.
Colocó a un representate para ella, el muñeco más pequeño de la caja de los emperadores chinos que utilizamos, y que tiene una postura arrodillada. Frente a él un muñeco de los grandes.
Sorpresa nos causó cuando explicó que el muñeco arrodillado era ella y no su hijo.
Ante el "desorden familiar" que esto significaba de acuerdo a la teoría de Constelaciones, pedí a la alumna que colocara a las mujeres de su familia materna, empezando por su madre, hasta la 5ta. generación.
Observando cómo las había colocado una tras otra, le pregunté: "El problema comienza aquí. Qué pasó con tu abuela?"
La alumna nos explicó que esa mujer tuvo una vida sumamente dura. Que se casó muy joven con un hombre al que por haber querido salvar a su hermana de una enfermedad muy grave, es decir a la que sería su cuñada, se fue a trabajar a una mina para traer dinero. Allí, un pedrusco cayó en su pierna, le provocó gangrena y tuvieron que cortársela. Después de ello, la mujer asumió el tener que salir a trabajar para traer el sustento a casa, dedicándose a lavar ropa. Por ese entonces se pagaba según lo que pesaba la ropa y una de las anécdotas que se contaban en la familia era cómo aún pesada la ropa le agregaban más y no se la pagaban.
La alumna relata cómo su abuela se quejaba del dolor de las manos por el frío y lo duro que significaba dicho trabajo.
También se emocionaba al recordar el cariño que esta abuela sentía por su nieta.
Indiqué al grupo la relación que existía entre el sufrimiento vivido por esa abuela, el recuerdo de ese dolor que llevaba la nieta y el síntoma que presentaba el bisnieto.
Lo interesante para mí fue que el grupo no había encontrado ese nexo: SUFRIMIENTO DE LAVANDERA, NO QUERER LAVAR DEL BISNIETO.
A partir de ese momento, seguimos con el trabajo de AUTOCONSTELACIÓN.
Palabras sanadoras entre madre e hijo, darle un buen lugar a la abuela que sufrió LAVANDO ROPA, una posición más digna para la madre, etc.
Nos sorprendimos nuevamente cuando la madre pudo ponerse en otro sitio, a mucha más altura y desde allí se dirigió a su hijo. Nos relajamos cuando la abuela se sintió en paz.
Aconsejé a la madre que volviese a hablar con su hijo. Que le relate nuevamente esta historia. Que le cuente lo que sucedió en la Constelación.
A partir de aquí, no puedo asegurar que el adolescente empiece a lavar como corresponde su ropa, pero estoy segura que al menos la mamá, entenderá la situación con otro sentimiento. Tal vez de más tranquilidad, tal vez con más paciencia y al menos, sin tanto dolor.
Gracias Carmen por compartir con nosotros tu historia y al grupo de alumnas por participar.
Como siempre, los abrazo.