jueves, 8 de septiembre de 2011

DISTINTAS FORMAS DE AMAR

Hay parejas que al separarse, nunca terminan de llevarse todas sus pertenencias del hogar.
Este simple hecho, es una muestra de las distintas formas de amar.
En Psicología, se interpreta como "EL NO QUERER IRSE". Algo de uno, tiene que quedar en el otro.
Muchas personas, dejan sus cosas como excusa inconsciente para no separarse nunca y tener siempre un motivo para volver a buscar, algún día, "AQUELLO QUE SE DEJÓ".
Pueden ser maletas viejas vacías, herramientas, ropa que jamás volverán a usar, algún regalo que una tía lejana le obsequió en una única ocasión, o el equipo de música Bang of Lusen catalogado como de edición limitada y colección.
Tengo una paciente que aún tiene la ropa de su ex marido guardada en el armario del dormitorio. Y ya hace más de un año que se separaron. Esto implica que ella vuelve a ver la ropa de su ex, cada vez que abre la puerta de su armario y que el ex, puede en cualquier momento otorgarse el derecho de entrar a su casa, a buscarla.
Es como si el tiempo no transcurriera y todo tuviera que estar en el mismo lugar y de la misma manera en que se lo dejó.
UNA MANERA DISTINTA DE SEGUIR AMANDO.
Otra manera de hacerlo es la historia de G.
Agradezco que me permita publicar su escrito.
Demuestra que es una mujer muy valiente. Ilustra muy bien, cómo cuesta despedirse de aquel a quien se amó y cuánto significa para algunos, superar ese dolor.


Los humanos somos seres muy extraños.
Jamás entenderé la manera de amar que algunas personas tienen.
A veces, estas maneras, rozan lo impensable.

Amé a Jordi, más que a ningún hombre en este mundo. Juro que me hubiera quedado con él toda mi vida, si no se hubiese marchado antes...

Recuerdo que cuando me separé, aún me levantaba por las noches gritando su nombre: "Jordi? Jordi!!!! 


Él era para mí, el único que podía salvarme de mis pesadillas.
 
Recuerdo también, que después de un tiempo, me pidió que fuera a buscar el resto de mis pertenencias.

Las había trasladado a su consulta odontológica que acababa de traspasar.
Como no quería ir sola a enfrentarme a ese dolor, le pedí a mi hija que me acompañara.
Allí, me atendió una desconocida secretaria, quien me explicó que para recuperar mis cosas,  había que entrar a la sala donde estaban atendiendo a un paciente.
El nuevo odontólogo, me hizo pasar hacia la puerta del pequeño trastero donde había infinidad de desconocidas cajas, paquetes y demás.
Miré todo aquello y me percaté de que nada de eso era mío.
Entonces, me aclara: "Aquí no están tus cosas. Jordi, las dejó más abajo".
Yo no recordaba que más abajo hubiera nada. Es más, ni sabía que en aquella clínica existía un lugar más abajo de algún otro lugar.
El nuevo odontólogo me indica que para acceder a mis cosas debo abrir una  puerta muy pequeña que hay escondida en el suelo y bajar por una escalera peligrosa, para lo que debemos tener sumo cuidado.
Mi hija y yo, nos abrimos paso entre las cajas, paquetes y demás, hasta que logramos bajar.
Desde arriba, el odontólogo, me grita: "Las cosas están en otro subsuelo que hay más abajo. Ten cuidado, está muy oscuro!."
Esta vez, no había escalera y para acceder al subsuelo, había que saltar.

Ayudándonos la una a la otra, saltamos, y en un pequeño habitáculo, casi minúsculo como un diminuto bunker, descubrimos una caja. Una sola caja. Una pequeña caja
Yo no sé qué habrá pensado mi hija en ese instante. Algún día se lo preguntaré, pero recuerdo que ambas nos miramos.
¿Qué habría en aquel tesoro que mereciera la pena esconderse con tanta cautela y esfuerzo?

Saltamos como pudimos hacia arriba.
Subimos con cuidado de no caernos.
Pasamos entre los trastos del trastero.
Nos escapamos de la ex consulta.
Salimos fuera.
Respiramos.
Y abrimos la caja. Sólo una pequeña caja.


Yo me siento culpable por haber pedido a mi hija que me acompañe en semejante tarea.
El problema era mío. No de mi hija.
Pero siempre le estaré agradecida porque me sirvió de apoyo para no derrumbarme.
Y para poder testificar que esto que aquí cuento ocurrió de verdad.

Sucedió.
Así como lo escribo.

Los humanos somos seres muy extraños.
Algunos tienen una forma de amar que roza lo impensable.

Una sola caja. Una pequeña caja.
Nada importante...
Sólo besos. Sonrisas. Recuerdos.